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Columna
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Un ministro normal

La buena educación de Carlos Cuerpo y su solvencia técnica no son cualidades disociadas

Cuerpo, el día 10 en una rueda de prensa en la sede de su ministerio.
Diego S. Garrocho

Carlos Cuerpo es un ministro normal. Lo verdaderamente preocupante para España es que esto resulte una rareza. El titular de Economía es una persona cualificada para su puesto, alto funcionario del Estado, y se maneja públicamente con la cortesía que cabría esperar de un miembro del Gobierno. No insulta en Twitter ni se lanza a justificar lo injustificable en una rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. Se mueve con la discreción que exige su responsabilidad y atiende a los medios con la apertura y pluralidad debidas. Cada vez que toma la palabra, transmite la sensación de saber de lo que habla y, en sus comparecencias, trata a los ciudadanos como adultos funcionales, no como agentes de una polarización pastueña y desbordada. En España, la economía va bien, y es probable que este éxito sea imputable al buen proceder de Carlos Cuerpo y de su predecesora, Nadia Calviño.

Algunos sostienen que en un Ejecutivo deben convivir perfiles diversos, y que, del mismo modo que el responsable de Economía es cortés y cultivado, conviene que existan figuras más políticas o incluso groseras. Esa premisa no es más que una coartada para seguir alimentando lealtades, redes clientelares y pactos entre mediocres. Ocurre en el PSOE, y ocurre —como hemos visto en la gestión de la dana— también en el PP. Un Gobierno es algo lo suficientemente serio como para exigir a todos sus miembros una capacitación mínima y una prudencia democrática que haga imposibles ciertas conductas.

La buena educación de Cuerpo y su solvencia técnica no son cualidades disociadas. Cuando alguien asume con responsabilidad una encomienda tan relevante como una cartera ministerial, la competencia suele proyectarse en todas direcciones. De igual manera, cuando vemos a un ministro o a una consejera inmolarse en directo hasta el ridículo, no es seguro que lo hagan solo por disciplina de partido. No es cierto que defiendan al líder: protegen su silla. Quien cuenta con la lealtad como único mérito siempre estará dispuesto a sacrificar, si el guion lo exige, su inexistente prestigio y su imagen pública.

En España solemos abrasar al garbanzo que se sale de la olla, y no sería extraño que a Carlos Cuerpo le hagan pagar su excelencia. Sobre todo quienes carecen de ella. Puede que, algún día, alguien con menos prestigio que él le exija ponerse la nariz de clown y hacer una pirueta sobre la alfombra. Si ese momento llega, por el bien del país quiero pensar que Cuerpo recordará que hay cosas que un ministro de España nunca debe hacer.

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Sobre la firma

Diego S. Garrocho
Diego S. Garrocho es profesor de Filosofía Moral en la UAM, donde coordina el Máster en Crítica y Argumentación Filosófica. Autor de 'Moderaditos. Una defensa de la valentía política' (2025), 'El último verano' (2023), 'Sobre la nostalgia' (2019) y 'Aristóteles. Una ética de las pasiones' (2015). En 2021 ganó el Premio David Gistau de periodismo.
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